Me despierto y me invade esa sensación de haber dormido mal por una semana. Voy a la U por un impulso que tiene más de obligación que de convicción. Paso el día hecho un zombie despreciable y sólo espero llegar a casa.
Suena el celular. Es un mensaje. ¿Karaoke? ¿Ahorita? Mierda, sólo un rato y eso porque el mensaje es de una chica. No aguanto más de 3 canciones y necesito salir de ese antro (Zeus 2, por supuesto).
En el bus me mantengo despierto por el volumen de los vallenatos. "Ay! que bonita es esta vida!" dice Jorge Celedón al llegar a la Eloy Alfaro. "Mire, no me he subido para molestarle ni para incomodarle" grita el mismo vendedor de todos los días. Esta vez si quisiera comprarle los chupetes pero me canté mis últimos 30 centavos.
La subida a la casa estuvo mucho más empinada que de costumbre aunque el aire frío me despertó un poco. Además, mi reciente obsesión con una canción de Ayreon me acortó el camino inmensamente.
Llego, subo, saludo, prendo la computadora. Mientras la máquina se alista, aprovecho para ir al baño. No hay mails nuevos, ni mensajes en el Facebook. ¿Escribiré en el blog? Pero, ¿de qué mierdas puedo escribir?
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