lunes, 19 de diciembre de 2011

De aquel post... de música ligera

Lo diré desde el inicio. Este post no tiene nada que ver con sexo y su contenido será PG-13. Bueno, tal vez una que otra grocería, así que subámosle a NC-17 para precautelar las frágiles mentes de nuestra juventud. Yo sé que con esta aclaración ya perdí el 98% de mis lectores, pero alguien tiene que pensar en los niños.

Maude Flanders no es la única que se preocupa por ellos
Y bueno, el hecho de que no haya referencias sexuales no quiere decir que no vaya a tratar temas que rayan en lo escatológico. Es más, voy a internarme en los más oscuros recovecos de los extraños seres que pululaban en el mundo de la música hispanoamericana en los años 70 y 80. Tranquilo estimado lector, desde ahora diré que no pienso hacer un listado ni nada. Es más, los aquí mencionados no serán sino una mínima fracción de aquella fauna incomprensible. Sólo quiero mostrarles a estos, a quienes recuerdo por su inigualable forma de hacer las cosas.

Piero: La historia de un ídolo

Piero Antonio Franco de Benedictis es un gran tipo. Eso se sabe con leer su nombre completo. Igualmente, su música, aunque la espectacularmente imaginativa letra de su canción Los Americanos merecería un post por sí misma. No tengo la cara de decir nada sobre su carrera ya que me divirtió con la Sinfonía Inconclusa en la Mar. Yo, que tuve las rastas más suigeneris del mundo no puedo hablar de su pinta con aquellos lentes absurdamente grandes. Sólo quiero hacerles notar un detallito de la foto que escogieron para la portada de uno de sus discos:

Chicas, la fila se forma a la derecha
Digámoslo así: en los 70s tal vez no era tan importante la pinta de rockstar. Supongo que lo verdaderamente importante era retratar al artista tal cual es, sin maquillaje y, ciertamente, sin ningún retoque ni photoshopeo. Pero ¿qué onda con la mega espinilla en la frente? Señor o señorita maquilladora: sólo tenía que bajarle un poco el copete. Es más, si no tenía maquillador(a) solo tenía que darle la vuelta para que pose del otro lado. Una vez más, ¿qué onda con la mega espinilla? ¿Será que se les acabó el rollo y sólo pudieron tomar esta foto? ¿El resto de fotos se veló?

Nat -No me asusta el español- "King" Cole

El tipo tiene una voz inolvidable, hay que admitirlo. Era compositor de algunas de sus letras y melodías. Solo con eso ya se ganó mi respeto. Además creo que en su época fue bastante famoso y no solo entre los anglo parlantes. Lo único que puedo pensar es que su fama se le subió a la cabeza y lo aconsejo de la peor manera. La conversación debió haber transcurrido algo así (en inglés, obviamente):

Fama: ¡Nat! Ya eres un ídolo en gringolandia, ¿por qué no seguir conquistando el mundo?
Cole: Bueno, lo había pensado pero no sé ningún otro idioma.
Fama: ¿Y?
Cole: Es que en serio no sé y ¿eso no es medio importante?
Fama: ¡Pero te aprendes la letra fonéticamente y listo!
Cole: Si tú lo dices...

El resultado de esta fatídica conversación fue un disco espectacular, para el cual no tengo palabras (en serio). Les dejo una de sus canciones más sonadas, titulada "Nadie me ama", de la cual solo puedo pensar que es la antecesora de esta otra, de Wilfrido Vargas.


¡Yo no sé lo que es tristeza!


Raphael A.K.A Pennywise the clown

Según Wikipedia, "Miguel Rafael Martos Sánchez (Raphael es su original nombre artístico) es un cantante español conocido por su fuerte voz y expresividad facial". Para mí eso es mentira. Luego de ver el video de abajo no puedo más que recordarlo por su maquillaje de payaso y pensar que va a devorar mis entrañas.

Quien haya leído IT, de Stephen King, sabe a qué me refiero. Quien no, pues le explico. En un pueblo de Estados Unidos hay un ser maligno que asesina a los niños para luego comérselos. Ese ente puede adoptar la forma de tus miedos más profundos pero, usualmente, se aparece en forma de un payaso llamado Pennywise. Sí, como lo leen,  de payaso.



De esto están hechas las pesadillas

Pero a Raphael no le basta con maquillarse. Él necesita hacernos sufrir. Necesita ponerle un soundtrack a nuestros peores sueños. A quien no se le ericen los pelos de la nuca con los gritos del 0:48 al 1:23 se merece estar en el Festival de los Hombres Duros, o protagonizar The expendables...

Una tortura así solo puede ser concebida por una mente criminal equiparable con los villanos de James Bond. Pero ¿y qué pasa si no lo hace para hacernos daño sino que es él quien sufre? Esa idea hace que me erice aún más. No puedo ni imaginarme qué le pudo haber sucedido a alguien para que grite así. Eso no están bien, ni siquiera en una fiesta de jabones en una prisión de máxima seguridad. Simplemente no está bien. 

Sabú o el sufrimiento strikes back

Seamos sinceros. El 99,9% de las canciones en español son acerca del amor y sus 2 grandes ramas: ¡Te amo, corazón! y ¿Por qué no me amas (perra)? Obviamente, las segundas son más sufridoras y, para decirlo sin tapujos, simplemente patéticas. Lo peor de todo es que yo sé que muchos de nosotros hemos oído la siguiente canción, epítome del género.  



El momento más sublime está entre el 1:46 y el 2:21. ¿Quién no ha querido gritarle a una chica ¡DAME TU VIDA! ¡DAME TU AMOR!? Ahhh, ¿nadie? ¿En serio? Y eso que Sabú hace que parezca la opción más coherente...

Diego Verdaguer: I'll be back


"Desde que tú has partido ha comenzado para mí la oscuridad. En torno a mí vive el recuerdo de los días bellos de nuestro amor. La rosa que me has dejado, ya se ha secado. Pero la guardo en un libro que no termino más de leer."


Ante semejante discurso uno queda totalmente desarmado. Si a eso le agregas los aullidos coros del fondo la rendición es absoluta. ¿Por qué te fuiste, maldito Verdaguer? ¡¿POR QUÉ?!  


No puedo seguir escribiendo sobre esto... es demasiado...

Acabamos de ver a estos titanes del escenario y uno se pregunta. ¿En qué estaban pensando? ¿Quién les digo que estaba bien lo que hacían? ¿Es que acaso no tenían vergüenza?

Por suerte en la actualidad no tenemos que exponernos a cosas de ese calibre, ¿verdad, Delfín?

Mejor me callo...

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El blog, reloaded

3 años sin escribir. Eso debe ser un récord a la vagancia o a la falta de ideas. O tal vez no un récord, sino solo una larga temporada de silencio vergonzoso (¿O será una temporada vergonzosa de largo silencio?). Ustedes, amables lectores (si es que todavía tengo alguno), pensarán "vago de "&!#$, ya nos va a poner alguna excusa". Pero no, no tengo excusa. Solo la dejadez más astronómica, que sólo ha sido superada por una tarde de aburrimiento extremo en el trabajo. Sí, estoy utilizando el tiempo con el que debería estar trabajando. Aunque para ser sinceros, en esta oficina ya no hay nadie, así que no me siento taaaan culpable.

-Ah, carajo- dirá el lector. -Linda la vida de este zoquete-

(abro un paréntesis para ilustrar al público: zoquete no ha sido lo que yo creía y me arriesgo a apostar que nadie ha pensado en la verdadera definición. Pues ahí les va:

1. m. Pedazo de madera corto y grueso, que queda sobrante al labrar o utilizar un madero.
2.
m. Pedazo de pan grueso e irregular.
3.
m. coloq. Persona fea y de mala traza, especialmente si es rechoncha.
4.
m. coloq. Persona tarda en comprender. U. t. c. adj.
5.
m. Par. Pedazo grande de carne vacuna

Me niego a entrar en la primera, segunda y tercera definición. No soy madera, ni pan ni rechoncho... La cuarta la juzgará el público, pero me siento mejor con la quinta. Soy un pedazo de carne vacuna. )


Este no es mi mejor lado

En fin, este trozo de carne tiene un extraño mal que lo aqueja. O bueno, decir "aqueja" tal vez es exagerar porque la verdad es que ni me doy cuenta en medio de las peores crisis. Dormir siempre ha sido uno de mis mayores placeres, pero no de mis mejores habilidades. No puedo decir que tengo insomnio, pero me cuesta quedarme dormido y tengo el sueño muy ligero.

De ahí que, de vez en cuando, me ataque una serie de malas noches en las que no descanso mucho. Y aunque intento reponer mis preciadas horas de sueño en el trabajo, la gente de la oficina no parece respetar  mis intentos de descansar. El hecho es que, pasada la tercera o cuarta mala noche, mis horas de sueño se convierten en una serie de actividades sonambulísticas con alguna gracia.

Me he despertado bajando las gradas, o "leyendo" un libro que ni siquiera tengo en mis manos o a medio vestir, con zapatos y sin pantalón. Ahora sí, ustedes respirarán aliviados y dirán: "por suerte no le ha pasado nada muy vergonzoso o peligroso" pero ahí es donde se equivocan. 

No hace mucho, me encontraba en la casa de mi novia (cuyo nombre ficticio será Andrea G. por razones de privacidad) y me disponía a dormir. Había sido una semana con poco descanso y estaba acabado. De pronto, en medio de la noche me despierto con la siguiente pregunta de Andrea: "¿de qué hablabas con el gato"?

Al parecer dormido soy aún menos divertido

Luego de conversar lo que quedaba por la noche pudimos reconstruir la siguiente historia:

A eso de las 3 de la mañana, Andrea sintió que mis abrazos se tornaban un tanto más cariñosos que de costumbre. Ella, que tiene un dormir tan pesado que se confunde con catatonia, no logró distinguir si se trataba de un sueño y siguió durmiendo, así de campante. 

Luego, al constatar que mis avances eran tan reales como subidos de tono, pensó: "Si pasa, que pase". Lo que siguió no podría contarlo por mi conocido pudor, pero creo que una imagen vale más que mil palabras: 

 Por si dudan, yo soy el de abajo

Al acabar, me dirigí al mingitorio y, según afirman los testigos, mantuve una agradable charla con Mau, el gato. Si leyeron con atención, sabrán que solo entonces me desperté.

No se burlen de mí. El sexomnio es algo grave. Sobre todo cuando no recuerdo una sesión de "actividades de abejas". Queda de más decir que desde aquella vez evito ir a dormir a casa ajenas.